La forma en que fluye el tráfico o cómo se comunican los nodos se denomina protocolo de enrutamiento. La taxonomía de los protocolos de enrutamiento de redes de malla se presenta como tres tipos principales de protocolos: proactivos, reactivos o híbridos. Estos tipos de protocolos difieren en su mayor parte en el paradigma que utilizan para realizar la detección de redes. En última instancia, esto tiene consecuencias sobre el rendimiento y la escala.
Protocolo Proactivo
El protocolo proactivo mantiene un proceso de descubrimiento constante. Sus nodos se informan automáticamente de los cambios de ruta (path), como por ejemplo, una falla de nodo que causa un desvío de flujo. Responde bien a roturas de enlaces. Por lo tanto, se autocura: es más resistente y capaz de recuperarse de un fracaso. Los protocolos proactivos funcionan mejor en escenarios estáticos, en los que las rutas de red cambian rara vez o nunca. En el escenario de rutas de cambio rápido con alta velocidad de nodos (entornos dinámicos), consumirá más recursos, provocando tráfico de red, aumentando la colisión y reduciendo el ancho de banda, entre otras cosas. Para mantener los costes bajos, es necesario, por lo tanto, elegir un protocolo adaptado al medio ambiente.
Protocolo reactivo
En su lugar, el protocolo reactivo establece rutas bajo demanda. Para cada conexión tienen que preguntar a toda la red para buscar la ruta correcta. Como resultado, las redes reactivas escalan mejor, pero tardan más tiempo en establecer conexiones porque las rutas pueden no conocerse de antemano.
Protocolo híbrido
El protocolo híbrido hereda características de los protocolos proactivos y reactivos, de ahí su nombre. A menudo se utilizan para casos más específicos en los que las desventajas proactivas y reactivas son muy pronunciadas o no deseadas. Los protocolos híbridos se ajustan a condiciones en las que cualquiera de las dos técnicas es favorable.
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